“En mi trabajo lo importante es siempre tener ganas de aprender y dar lo mejor de uno”, comenta el supervisor del Vivero de Las Palmas.
Rafael Espinoza llegó a Las Palmas en enero de 2010 y, tras participar en diversas actividades, asumió un gran desafío: incorporarse al vivero, que en ese entonces no era más que un proyecto en desarrollo. Ser testigo de su crecimiento y formar parte de su evolución ha sido, para él, un motivo de profundo orgullo.
“Es muy emocionante saber que llegó a ser el vivero más grande de Sudamérica, y que uno fue parte de esto”, destaca Rafael. En 2014, llegó a extenderse a 15 hectáreas, con cerca de 1.200.000 plantas.
El trabajo es complejo y meticuloso. Abarca distintas etapas, desde la siembra y el brote hasta la injertación y fertilización. “Una semilla tarda dos meses en brotar y otros tres en alcanzar el diámetro necesario para ser injertada”, explica Rafael. La paciencia, el conocimiento técnico y el compromiso son esenciales. “Lo fundamental es estar dispuesto a enfrentar los desafíos, aprender y dar lo mejor de uno”, agrega.
Explica, también, que cada tarea tiene su relevancia: desarmar los injertos, brotarlos, fertilizarlos. Todas requieren de cuidado y minuciosidad.
Rafael resalta lo que significó para él formar parte del crecimiento de Grupo Jorge Schmidt y reconoce el valor de las oportunidades que se le han abierto y la confianza, permitiéndole ser parte de un proyecto que lo motiva y le brinda gran satisfacción.

Junto al equipo de vivero de Las Palmas (de izquierda a derecha): Virginia Meza, Claudia Montano, Rafael Meza, Marcela Cárcamo y Viviana Videla.

Actualmente, tiene cerca de 16 mil plantas en bolsa y 10 mil clones en tubetes.